Mama Mira Dónde Estoy!

Seguimos pedaleando en México camino a la península de Yucatán y sus playas, pero antes nos metimos de lleno en territorio Maya. Exploramos las ruinas de Palenque imponentes entre la selva y empezamos a ver carteles en la carretera con numerosos vestigios. El clima siguió inestable con rachas de lluvias y nos adentramos en la selva donde nuestra compañía fueron los camiones de construcción del Tren Maya. Dejamos atrás la sierra de Chispas y empezó la llanura, todos los kilómetros que nos faltaban iban a ser en llano. Eso nos permitió avanzar muy rápido con varias jornadas de 100 km. A lado y lado de la carretera solo había extensión y selva.

  Nos adentramos al último país de nuestro viaje con mucha decisión, se venían las últimas montañas, el último esfuerzo. Pasamos de todo en el estado de Chiapas, sobre todo frío. La niebla nos envolvió la mayor parte del tiempo y no paramos de subir y bajar por su sierra. La ciudad de San Cristóbal de las Casas nos maravilló con sus lindas calles y nos permitió disfrutar de la festividad del DÍA de MUERTOS. Todo ello hizo que nuestra entrada a México haya sido memorable.

Los bloqueos en las carreteras continuaron y con ello las carreteras vacías. Pedaleamos a nuestro ritmo; tranquilos y sin obstáculos, más que los constantes bloqueos que nos subían las cuerdas a nuestro paso. Las rutas siguieron sinuosas, con constantes montañas, subidas, bajadas y un clima fantástico. Pedaleamos y pedaleamos y sin darnos cuenta ya estábamos en México. Salir del lago Atitlán fue muy duro, pero las carreteras que continuaron también.

  Salimos de la ciudad de Antigua con las energías renovadas. Sabíamos que llegar al lago Atitlán requería de toda nuestra fuerza de voluntad y muchas ganas. Las duras subidas y bajadas nos regalaron paisajes de cuento y el fresco clima de las montañas nos facilitó los días en la ruta. La recompensa lo valió. Fueron tan solo dos días los que resume este video, pero los paisajes nos fascinaron. La ruta desierta de coches debido a los bloqueos del pueblo guatemalteco nos puso las cosas más fáciles, solo teníamos que luchar contra el desnivel.

Le teníamos muchas ganas a Guatemala. Entrabamos muy conscientes del reto que se nos venía. Montañas imposibles (seguro íbamos a empujar las bicicletas), un tráfico pesado que nos pondría las cosas difíciles y fuertes lluvias, pero era nuestro penúltimo país, así que teníamos que apretar los dientes y afrontar las dificultades. Sus paisajes nos maravillaron, volcanes activos, clima de montaña y después de muchos meses de intenso calor, frío. ¡Incluso dormíamos dentro de nuestros sacos!

Entramos a El Salvador con muchísimas ganas. Después de demorarnos más de lo previsto en Honduras, no veíamos el momento de pedalear este país del cual nos habían hablado tan bien. Las Pupusas, su gente y la seguridad del país nos aguardaban impacientes. Y no sabíamos la sorpresa final de nuestro paso por El Salvador.

Lo planeado para Honduras eran tres días, ni uno más ni uno menos. Eso es lo que hacen todos. Primero Choluteca , después Nacaome , en las dos ciudades la Cruz Roja Hondureña te ayuda y te dejan pasar la noche con ellos. Nos parecía poco ...

  Nuestro paso por Nicaragua fue maravilloso. El país nos encantó. Sus tremendos volcanes en todo el país, incluyendo uno activo, su isla Ometepe y su autenticidad, nos hicieron sentir por primera vez en Centroamérica. Pudimos aprovechar para hacer turismo y permitirnos algunos extras gracias a su economía más ajustada y lo disfrutamos muchísimo.

  Una vez descansados nos desviamos de la Panamericana para explorar la península de Nicoya . No éramos ni un poco conscientes de la aventura que se nos venía encima, playas maravillosas, ríos, caminos de tierra y puro esfuerzo. Ni hablar de los TICOS que nos sorprendieron a lo largo de toda nuestra estadía en el país. PURA VIDA!!

   Entramos a Costa Rica, la carretera no era la mejor, ni lo fue a lo largo de todo el país, pero que maravilla la naturaleza que la acompañaba. Podíamos sentir VIDA a nuestro alrededor, todo tipo de animales, las plantas salvajes y descontroladas, los ríos con caudales de todo tipo...

   La segunda parte de Panamá discurrió como la primera, puro SOL. Salimos del Valle de Antón para volver unos km a la carretera Panamericana y confirmar la tortura que es pedalear en ella. Así que nos desviamos unos cientos de km hasta que no tuvimos alternativa y volvimos a ella. De allí por fortuna salteamos un cierre de ruta de las comunidades indígenas y llegamos a David, donde al fin conocimos una familia panameña. Solo nos quedaba seguir rumbo a COSTA RICA.

  Al fin, después de esperar un mes y medio en Colombia y con todo lo sucedido con el velero, volvemos a tomar las riendas de nuestra vida y de nuestro viaje.

 Pedaleamos muy poco en Colombia. Simplemente nuestro objetivo era cruzar la costa norte del país hasta Cartagena de Índias y averiguar como llegar a Panamá. Durante nuestra pedaleada llegamos a Santa Marta, donde AnaMaria nos alojó con muchísimo amor y nos salió, de imprevisto y sin buscarlo, la oportunidad de subirnos a un velero y navegar hasta Panamá. No nos lo podíamos creer, que alegría! Habíamos contemplado esa opción (autoestop marino) pero nunca pensamos realmente que era una opción viable.

  Mi entrada a Colombia no fue la más espectacular de todas porque pinché la rueda ni bien pisé el país. Traté de estirar la situación, de evitar cambiar la cámara bajo el sol ardiente en el medio de una ruta demasiado transitada y ruidosa, pero no pude, al menos se nubló cuando lo hice. Estábamos en La guajira, para mí sólo era el nombre de una región, un nombre muy usado en canciones caribeñas, latinas, pegajosas, para bailar… para quienes vivían cerca era algo más turbio, algo más peligroso, para esas personas a las que les decíamos que íbamos a pedalear por ahí La Guajira era un lugar terrorífico, dónde te secuestraban por meses y años, te llevaban a unas tierras profundas hasta que seas olvidado por la sociedad. Perdí la cuenta de las historias tenebrosas que tuvimos que escuchar sobre La Guajira, para mí era mejor seguir pensando que era una zona digna de ser nombrada en una canción alegre. Ni una cosa ni la otra, en nuestro paso por allá no vimos fiestas ni bailes, no esc