El relieve cambió súbitamente, el verde desapareció y le dio paso a ese marrón casi gris que tanto vimos en el sur del país, allá por la provincia de Santa Cruz. Hubo silencio, nadie dijo nada, pero estoy segura de que ambos estábamos pensando lo mismo “otra vez no, por favor”. En realidad, la región Patagónica en su mayoría es así, seca, agreste, todo pincha y hay viento, pero como veníamos de varios días de naturaleza exuberante, lagos, ríos y mucho verde, nos impactó la velocidad del cambio de geografía. Así que ahí estábamos, pedaleando nuevamente por tierras desoladas, sin sombra y bajo un sol infernal. La diferencia estaba en el relieve, la ruta empezó a desafiarnos con subidas y bajadas muy pronunciadas, lo cual te va manteniendo activo y con energías, no llegas a aburrirte con la monotonía del paisaje porque tenes que enfocarte en el próximo subidón y disfrutar el descenso, por lo tanto, ni tan mal, al final no era tan parecido a lo que temíamos. Volvimos a la vorágine