Mama Mira Dónde Estoy!

   Entramos a Costa Rica, la carretera no era la mejor, ni lo fue a lo largo de todo el país, pero que maravilla la naturaleza que la acompañaba. Podíamos sentir VIDA a nuestro alrededor, todo tipo de animales, las plantas salvajes y descontroladas, los ríos con caudales de todo tipo...

   La segunda parte de Panamá discurrió como la primera, puro SOL. Salimos del Valle de Antón para volver unos km a la carretera Panamericana y confirmar la tortura que es pedalear en ella. Así que nos desviamos unos cientos de km hasta que no tuvimos alternativa y volvimos a ella. De allí por fortuna salteamos un cierre de ruta de las comunidades indígenas y llegamos a David, donde al fin conocimos una familia panameña. Solo nos quedaba seguir rumbo a COSTA RICA.

  Al fin, después de esperar un mes y medio en Colombia y con todo lo sucedido con el velero, volvemos a tomar las riendas de nuestra vida y de nuestro viaje.

 Pedaleamos muy poco en Colombia. Simplemente nuestro objetivo era cruzar la costa norte del país hasta Cartagena de Índias y averiguar como llegar a Panamá. Durante nuestra pedaleada llegamos a Santa Marta, donde AnaMaria nos alojó con muchísimo amor y nos salió, de imprevisto y sin buscarlo, la oportunidad de subirnos a un velero y navegar hasta Panamá. No nos lo podíamos creer, que alegría! Habíamos contemplado esa opción (autoestop marino) pero nunca pensamos realmente que era una opción viable.

  Mi entrada a Colombia no fue la más espectacular de todas porque pinché la rueda ni bien pisé el país. Traté de estirar la situación, de evitar cambiar la cámara bajo el sol ardiente en el medio de una ruta demasiado transitada y ruidosa, pero no pude, al menos se nubló cuando lo hice. Estábamos en La guajira, para mí sólo era el nombre de una región, un nombre muy usado en canciones caribeñas, latinas, pegajosas, para bailar… para quienes vivían cerca era algo más turbio, algo más peligroso, para esas personas a las que les decíamos que íbamos a pedalear por ahí La Guajira era un lugar terrorífico, dónde te secuestraban por meses y años, te llevaban a unas tierras profundas hasta que seas olvidado por la sociedad. Perdí la cuenta de las historias tenebrosas que tuvimos que escuchar sobre La Guajira, para mí era mejor seguir pensando que era una zona digna de ser nombrada en una canción alegre. Ni una cosa ni la otra, en nuestro paso por allá no vimos fiestas ni bailes, no...

Bucear en el Tayrona fue una experiencia fantástica. Después de dos años sin meterme al agua pude disfrutar de las sensaciones de respirar debajo, sentir el peso del agua y maravillarme con las especies submarinas.

Encaramos el tramo final de Venezuela, nos quedaba cruzar el estado Falcón y el de Zulia, los más calurosos del país. Los cruzamos cerca de la costa con un calor tortuoso, pero valió la pena para poder conocer el Parque Nacional Morrocoy y los Médanos de Coro. Ni hablar de la acogida que recibimos en todo el camino, fue totalmente inesperada y nos acabó de robar el corazón. 

  Al amanecer dejamos Chichiriviche, descansamos bastante en la playa y ya teníamos ganas de retomar la bicicleta y pedalear un poco más. Habíamos investigado la ruta que pensábamos hacer y sabíamos que íbamos a pasar algunos días en zonas poco habitadas y sumamente calurosas. Estábamos preparados para el desafío, los últimos días de pedal siempre habíamos tenido algún contacto que nos esperaba, ya sea de couchsurfing , o algún conocido de otro conocido. Esta vez no era así y nos esperaban varios kilómetros de no tener ni idea de a dónde llegaríamos ni cómo serían las personas, aunque la verdad, después de pedalear tanto tiempo en Venezuela ya estábamos sin miedo y muy confiados con que encontraríamos gente buena y amable, como lo había sido hasta ahora. Aquel día transcurrió tranquilo, el sol era un soplete y el calor estaba fuertísimo, como habíamos comenzado a pedalear prácticamente al alba para el medio día ya teníamos casi 90 kilómetros en las piernas, así que buscamos un ...