Confesión

 

 

“Tenia muchas expectativas para este viaje, me equivoqué en todas”

Es difícil encarar el asunto, partiendo desde la frustración y peleando con el orgullo, pero tuvimos días muy complejos de ruta, de vientos constantes muy fuertes y de poco (muy) poco disfrute. Hubo momentos en los que nos replanteamos todo y en los que no entendimos qué estábamos haciendo ahí, pedaleando, en el medio de la nada, con la cabeza a gachas porque el viento no nos dejaba mirar más allá de nuestra rueda delantera.

Tuvimos un quiebre camino a la famosa Cueva de las Manos, lo necesitábamos porque las cosas no se estaban dando como las imaginábamos y no estábamos siendo felices. Tampoco somos ingenuos, sabemos que viajar en bicicleta no es felicidad pura todos los días de pedaleada, pero veníamos acumulando varias secuencias extrañas y peleando mucho con el clima, con el viento, mejor dicho.

En lo personal pensaba “esto es una mie#$%” a mi me gusta viajar en bicicleta para pasarla bien, conocer lugares lindos y conectar con la gente del lugar. No se me estaba dando ni una cosa ni la otra. Lugares lindos; desde el Lago Yehuin en mi querida Tierra del Fuego no volví a ver nada lindo, obviamente el Glaciar Perito Moreno no cuenta porque uno no puede disfrutarlo a sus anchas, ni acampar mirándolo, ni cerca de él. Entonces, lo demás fue pedalear como unos inhumanos contra viento y más viento, para llegar a algunas poblaciones pequeñas donde la mayoría de la gente te espera con el cuchillo entre los dientes para sacarte unos pesos, te cobran el baño, te cobran el agua, sea fría o caliente, no importa, te cobran todo más caro porque te ven venir que no sos del pueblo y pasan completamente de uno. Así que, el temita de conectar con la gente tampoco me estaba motivando, al contrario, me estaba tirando más para abajo. No quiero pecar de mala onda tampoco, hemos tenido lindas experiencias como la que conté en Tres Lagos, y alguna que otra conexión con otro viajero, pero en reglas generales la falta de empatía de la gente nos estaba bloqueando casi tanto como el viento. Es que veníamos muy mal acostumbrados…

La pregunta recurrente de Marc era “esto es así hasta dónde?” y yo no sabía qué responderle, porque sé que su idea de Patagonia era bosques frondosos, lagos espectaculares de aguas cristalinas, ríos turquesas… pero bueno, no toda la Patagonia es así. Yo lo sé, es mi tierra y recuerdo cuando nos íbamos de vacaciones en auto desde Ushuaia hacia el norte, cruzar Santa Cruz era un suplicio eterno, en auto! Y a mi se me ocurre hacerlo en bici…en fin. Charlas de esta índole tuvimos varias, casi una por día.


Los días pasaron y fuimos sumando kilómetros, memorables pocos, hasta que llegamos a Perito Moreno. Llegamos al pueblo con un hambre voraz, era la hora de la siesta y no había donde comer algo, así que terminamos en una panadería con cosas riquísimas y ahí entre cafés con leche y medialunas estábamos con la idea fija de irnos a Chile. Por suerte en Perito tenía el contacto de un muchacho que alojaba viajeros, se llama Paco y ni bien le escribí nos dio su dirección y nos dijo que fuéramos a su casa. Nos llenamos de harinas, que siempre ayudan a las penas y salimos para allá.

La verdad es que Paco fue un anfitrión muy generoso desde el minuto cero, nos acomodamos al fondo de su casa, en un quincho dónde tiene un muro de escalada, algo así como una palestra personal, muy copada. Nos bañamos, charlamos un rato y él se arrancó a amasar unas pizzas riquísimas, entre una birra y la otra aprendimos mucho del mundo de la escalada y vimos varios videos de escaladores que arriesgan su vida cada vez que salen a la montaña, algunos vuelven, otros no. Los videos eran, algunos, escalofriantes y yo pensaba, “si ese tipo duerme colgado en el aire y se pasa días escalando con ese clima de locos comiendo sólo frutos secos y tomando té, ¿cómo yo no voy a poder pedalear la Patagonia?”

El pronóstico aseguraba un fin de semana de fuertes vientos, era viernes y al otro día sería mi cumple, no hubo mucho que añadir, nos quedaríamos en Perito Moreno hasta el lunes que el viento amainaba y nos permitiría salir hacia Los Antiguos, al oeste, frontera con Chile.

Llegó mi cumple y Paco me agasajó con medio cordero a la estaca, fue un lindo día, compartimos el día con Greg también, un suizo que conocimos en El Calafate, que andaba por ahí y decidió quedarse para mi cumple, honestamente me sentí bien, contenta y tranquila, me mimaron bastante, me compraron una torta con velas y todo. A pesar de que en mi cabeza tenía bastantes cosas y estaba preocupada por la continuación de nuestro viaje, pude disfrutar bastante y descansar muchísimo de la ruta y del viento.

Cumplir años viajando es algo especial, hace tiempo que no celebro mi cumpleaños con mi familia, creo que ya me acostumbré a no estar con ellos en mi día y ellos se acostumbraron a que no esté. Igualmente trato siempre de estar disponible para charlar un poco si me llaman o poder recibir algún mensaje... lo lindo es que ahora como tengo sobrinos recibo videos de ellos, y esta vez los tres me enviaron felicitaciones, cada uno a su manera y eso para mi fue un montón. Pero bueno, basta de sentimentalismos, la cuestión es que cumplí años, la pasé lindo, Marqui me malcrió como siempre y seguimos con muchas ganas de irnos a Chile a pedalear la Carretera Austral, para cambiar un poco todo.


Llegó el lunes y volvimos a la ruta, con ganas y pensando en los papeles que habíamos estado preparando para poder cruzar la frontera, nos fuimos de Perito Moreno super decididos, nos íbamos a Chile, aunque sabíamos que el cruce nos traería dolores de cabeza, mucho papeleo, negociar con los chilenos, y quizás hasta una posible cuarentena en algún lado. Así de desesperados estábamos por irnos de Argentina y alejarnos del terrible viento que nos castigó un mes seguido.

Antes de Los Antiguos está el Parque Nacional Patagonia, se trata de una Estancia antigua que fue abandonada y reacondicionada, Estancia La Ascensión, el lugar es precioso y se encuentra a orillas del Lago Buenos Aires. Nos habían recomendado dormir ahí, así que allí fuimos, con la sorpresa de que era gratis, acampar, el uso de fogones, los baños, todo gratis y todo impecable. Una vez ahí, instalados en nuestro fogón, con mesita y agua potable dictaminé que ese era el primer lugar lindo en el que habíamos acampado en Santa Cruz. Es que era soñado, muy tranquilo y a pasos del lago, que es un lago muy bonito con playa de piedras y agua cristalina, por supuesto que me metí a nadar en él. Fuimos por una noche y nos quedamos dos, y nos tuvimos que ir porque nos quedamos sin provisiones, no calculábamos encontrar un lugar así.

 

Lo más bonito de todo es que en esa paz y en ese disfrute pudimos calmarnos, dejar las frustraciones de lado y cambiar de decisión, pudimos hablar mucho de lo que nos pasaba, de cómo íbamos gestionando el viaje y las emociones y concluimos en que nadie se iba a Chile, que íbamos a ponerle el pecho a la bala, que íbamos a insistir con Argentina y que este mes y medio de viaje que llevábamos nos iba a servir para tomarnos las cosas con más filosofía. Nos pusimos de acuerdo en que teníamos que continuar y nos dimos cuenta de que cruzar a Chile era un apaño, que estábamos huyendo del viento en lugar de maniobrarlo mejor, y que así no se hacen las cosas. Debo confesar, casi nos vence el miedo y salimos huyendo como lauchas por tirantes de la Patagonia.

Con la mente clara vimos salir una tremenda luna llena del Lago Buenos Aires, nos fuimos a dormir en paz y al otro día pedaleamos los poquitos kilómetros que quedaban para Los Antiguos, que por cierto es un pueblo muy bonito. Ni bien entramos, en el control policial, el policía, casi como premiando nuestra decisión de darle otra oportunidad a la Patagonia, nos regaló cerezas, están buenísimas las cerezas del pueblo.

No les voy a mentir, en Perito Moreno no conseguimos ningún bar abierto y a mi cumpleaños le faltó un sándwich de milanesa con birras, así que nos fuimos directo a comer algo así y encontramos un lugarcito con una terraza de madera, con el solcito pegándole ideal para darnos el gustito que tanto nos merecíamos después de tantos días grises, de dudas y frustración.

 

Lo demás fue disfrutar del día, sin viento, en la playa del lago, nadamos, tomamos mates, comimos cerezas y fuimos felices, sabiendo que la decisión estaba tomada y que el viaje que casi se suspende seguía vigente, con más convicción que nunca. 

Salud!




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