¡¡¡Llegaron las bicis!!!
Ahí estaban, radiantes las dos bicicletas, no las habíamos visto armadas en la bicicletería donde las compramos y elegimos los colores sin darle mucha importancia, sabíamos que la base era negra, pero de lo demás no estábamos tan seguros, calculábamos un azul par Marc y verde para mí. Más o menos así son, poco nos importa la verdad porque bien sabemos que después la bici se pone marrón y gris del barro y la tierra, se va rayando con los roces y se va volviendo más como uno, real y achacado por el camino, el sol, el clima, el polvo, el viaje.
Seamos honestos, de armar bicicletas sabemos poco, pero igual quisimos hacerlo para conocerlas mejor, primero armamos la mía y descubrimos un mundo. Es gracioso como nuestras personalidades saltan a la luz automáticamente cuando empezamos alguna tarea manual, por ejemplo, Marc usa algo y lo guarda, yo voy dejando las cosas en el suelo sin guardar nada, para tenerlas a mano y que sea más fácil (a ver, estoy escribiendo yo y me voy a defender a mí misma, Marc tendrá su versión😉), Marqui piensa antes de ajustar los tornillos, yo le pongo toda mi fuerza en el primer intento porque sino no me convence. Marqui infla un poquito las ruedas como para ponerlas en posición, yo las quiero infladas a fondo como para salir andando ya mismo… y así con todo. Imposible no reírse, lo bueno es que con un poquito de lo mío y un poquito de lo suyo hicimos un buen trabajo hasta que llego la hora de ajustar los frenos. Sabíamos que no sabíamos cómo funcionan así que no hubo sorpresas, los dejamos bonitos, pero cuando me subí a la bici frené con el pie. Mucha calidad la nuestra como mecánicos. Lista mi bicicleta, después vemos lo de los frenos, dije.
Llego la hora de armar la de Marqui, fue más rápido y sencillo porque ya habíamos armado una, aunque la suya vino con varias falencias. Faltaba un tornillito de los frenos, que ya de por si no teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo como para que encima nos falten piezas. Pero bueno, lo solucionamos con otro tornillito, el del pie de apoyo de la bici que sabemos que en cuanto la bici tenga alforjas esa patita no sirve de nada. Había que sacrificar.
Una vez armadas las bicis nos dedicamos a sacarles fotos y a nosotros con ellas obvio, porque estábamos hermosos tan felices. Yo ya estaba contenta hasta que Marc empezó a probar el funcionamiento de su transmisión (los cambios), cosa que yo no había ni pensado en hacer. Y comenzó la debacle, no funcionaban bien, los cambios saltaban, la cadena se salía, en fin. Todo mal. Y desde el cielo caímos en picada contra el suelo, pero juntos, eso es lo importante. Su bici había sufrido probablemente algún golpe en el camión o ya venia mal de fábrica, nunca lo sabremos con tantos intermediarios en la compra y con tantos kilómetros de distancia entre la tienda y el destino. Cuestión que nuestros ánimos se vinieron un poco a pique, pero por suerte tengo un bicicletero amigo, aunque el no sepa que somos amigos, que automáticamente me dijo que nos miraba las bicis en breve. Por un lado, mejor porque Adrián (mi amigo bicicletero) sabe lo que hace así que de paso le llevo la mía también y que la ponga a punto para la ruta. Todo solucionable hasta ahora, lo único es que nos demoro un poco la salida, más de lo que ya viene demorada. Paciencia dicen, paciencia…
Con las bicis a mano pudimos instalarles los portaequipajes traseros, a nuestra manera obvio, como todo y con mucha fuerza. Finalmente encastraron y espero que aguanten todo el traqueteo de ripio que les espera, sino aguantan ya se enteraran porque seguro es digno de contarlo.
Como no conseguimos portaequipaje frontal a mí se me ocurrió una idea muy de ciruja, pero creo que va a funcionar. Resulta que en el galpón de la casa de mis viejos había un artilugio, un accesorio para el baño digamos, de esos que se cuelgan para poner el jabón o el shampoo. Tiene la forma perfecta para colgar del manillar de la bicicleta. Es difícil de explicar su forma, pero es firme y creo que se va a adaptar genial a la bicicleta, con un par de bridas por aquí, otras bridas por allá y genial, esperemos que aguante como el otro portaequipaje. Como teníamos solo uno fuimos a la casa de venta de artículos para el hogar y nos compramos otro, por supuesto que no explicamos para qué lo queríamos. Esas cosas es mejor colocarlas directamente, que funcionen y después podés decir con mucho orgullo “¿viste mi portaequipaje frontal? Es un accesorio de baño, para poner el jabón”.
De eso se trata todo, obviamente que
es más fácil tener dinero para comprarte todo y de lo mejor, pero ¿qué gracia tendría?
(lo digo porque claramente no lo tengo). Pero hablando en serio, la clave es no
ahogarte en un vaso de agua, no desistir porque no hallas la pieza, el repuesto
o el accesorio que se dice que debés tener. Hay que ser creativo, abierto y
solucionar las cosas como se pueda, es muy estresante tener un proyecto y no
dar con lo que necesitas, pero hay que darse cuenta de que quizás con un
poquito ya podes encarar el sueño y lo demás te lo da el camino...
Marula