Escribo

 Escribo desde que tengo memoria. No se cuándo empezó este vicio, ni cómo pero así es. Pase toda mi juventud escribiendo en cuadernos, agendas y más cuadernos que mi mama muy amorosamente se encargaba de comprarme. Siempre que ella viajaba a algún lado me traía un cuaderno del lugar, también me compraba la agenda del año de turno para que la llene con lo que quisiera. Siempre fui muy celosa de mis escritos, nunca me gustó compartirlos, siento que es una parte de mí que no suelo mostrar, creo que cuando escribo hay una auténtica María que pocas personas o quizás nadie conoce. Cuando escribo soy yo, sin prejuicios, sin preocupaciones sin consideraciones por nadie, porque es para mí. Escribir para mi me libera.

En mi adolescencia tenía muchos cuadernos, de todo tipo, recolectaba todo, quería juntar y coleccionar todo lo que me iba pasando cada día. Se preguntarán ¿qué tanto puede pasarle a una adolescente? Bueno, de todo. Lo fantástico es que yo lo escribía y hoy después de muchos años puedo re-leerme y conectar con esa María de 16 años tan yo que da miedo. De grande las cosas no cambiaron, por supuesto hubo una época en que me daba vergüenza asumir que yo escribía en un diario, o que pasaba horas descargando algún enojo o amorío en un cuaderno (también pasaba horas leyendo y escuchando CDs de La Sole, pero esa es otra historia). 

Hoy tengo una vida liviana con respecto a lo material, sólo tengo lo que necesito y algún capricho más. Viajar en bicicleta me enseñó que, si querés llevar algo tenés que cargarlo, y TODO pesa. Honestamente, puedo vivir un año entero con un par de zapatillas, pero no puedo hacerlo con un solo cuaderno. ¡ay cómo pesan lo cuadernos! ¡Pero qué hermosos son! Muchas personas me han dicho que soy anticuada, que ahora con los teléfonos, internet y cosas que uno cuelga en una nube, no hace falta que cargue cuadernos. Nunca respondo a esas sugerencias, porque es difícil explicarle a alguien el placer que me da escribir en papel y que la manera en la que uno escribe, los trazos, la presión de la lapicera, los colores que elige ese día, todo eso y más ya describen el contexto, los sentimientos, el momento. Todo eso ayuda a las palabras y a formar una imagen perfecta de ese día en el que uno está escribiendo.

Hace unos años volví a conectar con aquella María amante de las lapiceras de colores, con olor y brillo, de los stickers de todas formas y tamaños. Además, ahora tengo el placer de trabajar en una escuela, tengo alumnos que me han regalado lapiceras de colores (¿existe regalo mejor?), también recibí figuritas y cuadernos, además de dibujos hechos por ellos, y lo mejor: cartitas de “I love teacher Maria”. La verdad es que me es imposible no pegarlas en algún cuaderno para dejarlos perpetuos en mi historia. Y cuando sea una vieja arrugada poder abrirlos y recordar, recordar estos tiempos maravillosos, recordar su amor, quizás no recuerde sus caritas, pero voy a recordar lo feliz que me hacían, la risa que me daban y la cantidad infinita de abrazos que recibía. 

En cuanto a la foto, es una de las tantas que me tomó Marc escribiendo y registrando algo, no es que duerma en carpa adentro de la casa, es que estábamos viajando en bicicleta por Tailandia y un policía nos dejó dormir en su living, la carpa es de él, sus hijos dormían allí cuando lo visitaban. El ventilador es todo un detalle de su parte, porque en Tailandia hace calor, por más que digan que tienen una temporada fría, eso no es real.

                                          

                                                   Marula

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