Comida

 

La comida asiática es todo un tema, el primer encuentro puede ser intenso. Malasia fue el primer país que me introdujo en el mundo de los fideos de arroz, sopas y curry, mucho curry. 

Después de tantos años ya no me sorprende ver que la gente cocina en la vereda, que las sopas están en tanques llenos de agua de dudosa procedencia, hirviéndose una y otra vez. Quizás ya ni me cuestiono el hecho de que me sirvan los noodles con la mano directamente, o que los platos de plástico donde te sirven son simplemente enjuagados en la misma vereda con alguna manguera improvisada.

La verdad, jamás me descompuse por comer en puestos de la calle. Es más, la única vez que casi me muero de indigestión y malestar fue cuando mi colega de trabajo, la “thai teacher” me regalo una bolsa de mejillones. Si, mejillones en una bolsa. Yo ni sabia que me gustaban los mejillones, pero aquella noche los comí como si fueran milanesas. Al otro día casi me desintegro. Ya no como más mejillones, menos si vienen en bolsas y no se hace cuántos días que están ahí asfixiándose. Ah un detalle, los mejillones en acá son verdes, rarísimo. En casa son negros creo, digo creo porque jamás comí.

Qué decir, hoy en día me encanta ir a los mercados y comer un montón de cosas, la mayoría de ellas fritas obviamente, es que acá lo frito se estila mucho. Todo lo contrario con Vietnam que les gusta hervir las cosas o comerlas crudas directamente.

Un tema curioso son las porciones, son diminutas. Siempre coincido con Marc en que en casa se come más, mucho más. Yo lo agradezco porque la verdad es que eso ayuda a mantener la figura, y si uno evita comer arroz todo el día y todos los días, bueno, puede mantenerse medianamente delgado. Distinto me pasa en casa que no puedo esquivar el pan ni de casualidad. El arroz es aburrido solo, blanco y sin sabor, me es fácil evitarlo. Ahora, cuando como alguna sopita con curry, leche de coco y alguna que otra cosita, quiero arroz. En esas "cositas" puede incluirse gambas. Exacto, sopa de gambas. En mi vida pensé que seria capaz de comer una sopa con gambas adentro. Encima que digo “gambas” pero en casa se llaman langostinos, creo. Jamás fui fan de la comida de mar, o los pescados o esas cosas que pueden oler mal. Soy muy pesada con los olores, aunque ya me fui adaptando, obligatoriamente.

Quisiera hablar del plástico. Todo va en plástico, bolsitas, bandejitas, más bolsitas y más bolsitas. Todo en plástico. Es tremendo, no importa si la comida es líquida, solida, fría o caliente. Va igual en bolsitas. ¿Un jugo en la calle? Lo tomas en la bolsa. Mi primer jugo así me saque una foto, porque “turista” siempre. Después me acostumbré, como con todo, pero es fantástico. Nuestro primer jugo en bolsa, Marc intento revolver con el sorbete y lo hizo tan fuerte que reventó la bolsa y el jugo terminó en su ropa, sus manos y por todo el piso. Ni siquiera sé si llego a probarlo. Acá en Tailandia no es tan así, si lo pedís para llevar entonces te lo ponen en una bolsita y también te dan un vaso de plástico lleno de hielo. Así te lo armas cuando llegues a donde sea que tenés que ir. Plástico y mas plástico. Así esta el planeta. Lleno de basura, así vienen las mareas en algunas islas, llenas de botellas y bolsas. Así estamos.

Pero si algo merece un apartado es la comida de la escuela. La escuela nos ofrece desayuno y almuerzo. El primero me lo salteo, sólo me preparo un cafecito. Marc antes no lo esquivaba, pero ahora ya esta un poco mas reticente a desayunar sopa de arroz con cosas. Se puso selectivo. Mi vida se volvió rutinaria y repetitiva, pero la verdad es que cada medio día es una aventura y un desafío comer la comida del comedor de la escuela. A veces no puedo siquiera mirarla. Pero tampoco soy tan estricta. Siempre hay arroz, blanco poco apetecible. A veces le pongo bananas, que también hay siempre. Esos son los días en que tengo hambre, pero la comida no me gusta. Entonces improviso y de paso rememoro aquellos felices momentos en el norte de Laos donde no encontrábamos qué comer porque ni siquiera la gente de allí tenia qué comer, y nos conformábamos con un puñado de arroz con bananas, para el desayuno y lo mismo para el almuerzo. 

Otros días quizás si se puede comer alguito, entonces probas bocado super entusiasmada y te das cuenta de que te pica hasta el esófago porque claro, le han puesto un “poquito” de chili. La cantidad de chili en las comidas es algo que jamás se puede negociar, podes pedir algo que no sea picante, pero pareciera que no se puede cocinar sin picantes, de hecho, varios restaurantes se niegan a cocinar sin al menos un chili. Es que es así, el plato lleva chili y no ponérselo sería sacrilegio. Ya lo entendimos y lo aceptamos, pero después el cuerpo pasa factura. Lo positivo es que después de tanto tiempo uno ya conoce los platos y ya sabes qué comer con precaución y hasta que punto toleras el picante. Lo pienso y es que claro que usan mucho picante si a veces el plato consiste en arroz y lechuga, por ejemplo la famosa "sopa de lechuga" que así le llamo yo. Es eso, agua, lechuga y arroz en el fondo del plato. Si no le pones picante eso no sabe absolutamente a nada. Y lo entiendo. Pero es que prefiero comerme un arroz con banana la verdad, o un asadito.

Marula

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